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martes, 28 de diciembre de 2010

No hay lágrimas, ni metáforas
ni poesía.
No hay máscaras,
ni disfraces.
No hay nada
ni un suspiro,
ni una rosa secándose al viento.
Solo un cuerpo tibio
aplomado.
Unos ojos rotos
que se cierran, cansados.
Solo yo,
solo este ser condensado,
aplastado, desabrido.
Solo este ser inexacto
que hace tiempo abandoné.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Soy como una sombra
que pasa silenciosa
frente a unos ojos,
que no ven.
Yo me entrego, invisible
y no estas.
No puedo escribir,
no puedo tomar un lápiz en la mano
Sin utilizarlo como un puñal
en mi contra.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Solo silencios,
nada de palabras, de sentimiento, de nada.
Extraño con fervor
la sonrisa alegre de la niña feliz
que alguna vez fui.

lunes, 20 de diciembre de 2010


Ríos de llanto, ríos de espanto.
Noches de sangre.
Caminos pedregosos de miedos que florecen.
Son gritos desesperados que me azotan, y yo gritando a la par.
Me veo en el reflejo de un rostro lastimero que ruega piedad.
¿Quién es ese rostro? No me reconozco.
Unos ojos inyectados de frío, de hielo
Desterraron mi vieja mirada inocente.
¿quién invade hoy mi cuerpo
Y lo llena de pensamientos oscuros?
Una par de manos sentenciantes
Ocupan hoy el lugar de viejas caricias aterciopeladas.
Hirientes garras,
Dolorosas palabras,
Sentimientos muertos
Que suspiran silencios.
Una rosa negra echó raíz en el cuerpo que acaricias.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Clara y el mar.


A Clara le gustaba el mar. Le gustaba tanto como los paseos en bicicleta en las tardes de otoño, le gustaba mucho más incluso. Desde pequeña lo visitaba con frecuencia para jugar con él, o simplemente, para charlar al ritmo de las olas. Sí, Clara hablaba con el mar; reía y lloraba junto a él siempre que sacaba una buena nota, o aquella tarde nublada en la que falleció su abuela.
Siempre supo disfrutar las tardes de playa. Juntaba caracoles, armaba castillos de arena y le inventaba nombres a las distintas tonalidades de verdes, grises y azules que suelen dibujarse en la infinidad de las aguas. Soñaba y creía que el cielo era tan solo un simple reflejo de este gran cuerpo salino y que por las noches, miles de secretos de sirenas y amores que se escondían en las profundidades, se revelaban espejados en el firmamento, en la forma de cientos de estrellas.
¡A Clara le gustaba tanto el mar! Frecuentemente fingía tener el poder de dominar con el suave movimiento de sus dedos, la frecuencia e intensidad del romper de las olas contra el muelle. Intentaba con esmero, guardar en botellas los restos de bruma salina que la marea nocturna olvidaba en la costa, ya que creía con convicción, que la espuma marina eran trocitos de nubes que la luna enamorada le regalaba al océano.
Una tarde de primavera, Clara llevó a la playa su nueva muñeca de rizos dorados y mejillas ruborizadas. -Carola te presento al mar- le dijo sentando a la niña de plástico en la arena- querido mar, ella es mi nueva amiga: Carola. La tía Susy acaba de traérmela desde muy lejos- dijo. Luego, reflexionó al respecto unos instantes, seguramente su muñeca debía estar extrañando su casa y su familia. Exhaló con tristeza al chocar con esa idea. –A mi no me gustaría que me alejen de mis papás, no me gustaría que me alejen de la playa.
Esa tarde jugaron mucho. La niña corrió con su juguete a cuestas, se mojaron un poco y se recostaron a observar el horizonte. Clara asegura que durante ese crepúsculo el mar rió.
Comenzando ya el anochecer, la marea avanzaba lento, mordiendo la costa cada vez con más furia, ocualtandola bajo su cuerpo de agua.
Clara pensativa, miró a su muñeca y dijo- Caro tenemos que ir yendo. Mamá dice que cuando el Sol muere, el mar se enoja y crece, en su desesperado intento de alcanzar a su amada Luna. Termino este castillo y vamos, ¿te parece?- Carola permanecía inmóvil, inmutable sobre su trono de arena.
La muchacha le dio la espalda y continuó su obra con calma. Minutos después, un golpe de fría humedad la sorprendió distraida. La marea la estaba alcanzando. Buscó con la vista a su pequeña amiga de sonrisa eterna, pero solo agua encontró a su alrededor. Levantó su mirada impaciente, buscando con inquietud el cuerpo estático de su muñeca con vestido de colores. Entonces la vió alejándose, abrazada por las olas. Ya no podía alcanzarla. Desde la orilla, Clara la saludaba con nostalgia y resignación. El destello de la luna que asomaba se reflejaba en el sollozo de la niña. Lágrimas de cristal que también acabó por llevarse la marea.

A veces Clara se sienta en la arena, esperando aún su regreso.


viernes, 17 de diciembre de 2010

Soledad

Vendedora de besos dulces,
de flores de fantasía, de perfume barato.
Compradora de ilusiones muertas
de corazones olvidados.
Soledad,
danzas entre la gente,
Buscando tu nombre en los labios carnosos,
en los ojos gastados,
en las caricias contenidas,
en la abstinencia y la desesperación.
Soledad que se cobija en cuerpos tibios
que se alimenta de efímeros deseos.
Soledad que sola estas ahora
Que sabes que se ha ido.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Nada

En sus ojos, nada.


En sus labios, un viejo recuerdo de sonrisas de arlequín.

En sus sueños, nada.

Los suspiros se pierden en el aire, irrespirable ya.

Los brazos pesan, sus manos ya no buscan alcanzar el cielo.

Sus párpados se cierran cansados, ya no quieren ver.

En sus sentimientos, nada.

Lágrimas sin reflejos, sin ternura ni dolor.

En su cuerpo nada,

Toda ella es nada y desaparece.

Lágrima 2009

Esos ojos negros
que me miran desde lejos,
ya no brillan como aquellos
que destellaban amor.
No puedo mirarlos fijos,
sin sentir pena en el pecho;
ni puedo hundirme en ellos,
sin que estalle mi corazón.
Quiero volver a ver en tus ojos,
esa luz que me embriagaba,
sin mentiras, sin rencores
que enloquecían mi razón.
Quiero quitar de esos ojos
las lágrimas y los temores,
las palabras dolorosas
que clavé en tu corazón.
Quiero sumergirme en tus ojos
y nadar profundo en tu mirada,
confiada y segura en palabras
que no me ahoguen en dolor.
Y quiero quitar de esos ojos
la oscuridad que los opacan,
que en su tinte de noche brille la luna
destello de vida que me regala tu amor.

Lágrima 2009

En el horizonte, sobre el crepúsculo,
se disuelve la tormenta de discusiones.
Tus ojos brillan estrenando amor una vez más.
Nuestros labios se buscan, sedientos de besos contenidos
ocultos bajo enojos sin sentido.
En mi cama se graban nuevamente
las huellas del amor enloquecido
con caricias de fuego, desbordantes de placer.
Con palabras no dichas y silencios que hablan
con un pacto de amor invisible a los ojos,
nuestros cuerpos manifiestan
que nuestras vidas se pertenecen.
Otra vieja noche nueva,
en la que respiro tu aliento;
en la que admiro maravillada
tu semblante en resplandeciente descanso
que reposa sobre los misterios de los sueños.
Tu ardiente piel, pincelada por el sol
es una reliquia que mis pupilas degustan en la retina.
Un cuerpo que para mí es arte, que para mí lo es todo
Misterio que mis sentidos se deleitan por explorar,
hasta el mas recóndito rincón de tu ser.



viernes, 10 de diciembre de 2010

¿Cómo llora una lágrima?

Lágrima llora y suspira. Llora cuentos de sal. Llora mares enteros de agua dulce que brotan de sus dos ojos invisibles. Gotas de alegría, de tristeza y soledad. Espejos que reflejan sentimientos, canciones en el viento que susurran a la sombra del silencio.
Lágrima llora trocitos de penas y amores. Oculta en una estrella de cristal, le recita poemas al oído de un soñador que nunca sus versos recordará.
Lágrima llora y su llanto se eleva. Se siente el sollozo en la tibieza de un beso, en la risa de un niño y en el perfume a jazmín; también puede oírse su llanto en las noches crueles de invierno, en un amor que se extingue o en un grito de dolor.
Lágrima llora pedacitos de cielo envuelto en palabras, frases entibiadas por el sol que se pierden solitarias en la mudez de la habitación.
Lagrima llora, derrama su sangre y sus gotas espesas caen tímidas sobre un papel. Surgen de ellas letras en rojo que tiñen las hojas. Una nueva historia comienza a nacer.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Pesadillas.

Un grito desesperado irrumpe la quietud de la habitación y me despierta de un pesado sueño sin sentido que probablemente no recordaré. El cuarto recobra por unos instantes la inmutabilidad de la madrugada, antes que un nuevo alarido desgarrador emerja desde los rincones más oscuros de la desesperanza.
¿De donde surgen sonidos tan perturbadores? Cantos lúgubres de pájaros muertos, cenizas de nostalgia que se encajan en una garganta quejosa, aullidos enfermos, sedientos. Los susurros más devastados se clavan en mis oídos, me atraviesan furiosos, hurgando en los recovecos mas escondidos de mis secretos.
Se oyen cada vez más fuertes, cada vez más reiterados, cada vez más cerca. ¿Quién es? ¿Quién grita? ¿Quién sufre y llora? Los lamentos más tétricos tiñen la escena de gris. No asustan, pero duelen. Se encienden sentimientos olvidados que queman y lastiman. El ruido se vuelve demasiado agudo y se torna ensordecedor. Dulce tortura de envenenadas sirenas, voces desconocidas con aroma familiar. Desprotegen mis debilidades, me quitan el habla y desnudan viejas sensaciones dormidas.
¿Cómo detener tan agradable martirio? Me seduce, me hipnotiza, me hiere y me aplasta. Inmóvil, paralizada, es tan poderosa la melodía que no puedo ofrecer resistencia. El cuerpo me pesa, los músculos tensos parecen romperse. Los labios se tiñen de un gusto a sangre ausente.
Mi boca se abre al fin, en un exasperado intento de liberar la opresión y de ella se escapa un chillido irreconocible. Es mi voz, la misma voz que me aturde y que colapsa mi mente. Ese dolor ahogado, esa inquietud de instinto ciego, ese escándalo destrozado no es más que un eco. Un reflejo distorsionado de una angustia que nace del fondo de mi pecho, mezclada con un aire contaminado de pena en mis pulmones.
Solo yo escucho tormento, solo yo siento fatiga, en mis venas retumba el calor que nadie más oye. Traspasando los cristales de la ventana el clamor se hace música, mas aquí la paredes encierran el desierto, la mudez de estas pesadillas locuaces.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Nadie

¿Quién soy cuando no soy? Y cuando estoy pero me pierdo.
No soy más que un suspiro en el viento, una lágrima en el mar. No soy más que palabras, palabras que no son, que no existen. Soy un sin fin de relatos sin sentido, de oraciones suicidas, expresiones agrias que no encuentran el final detrás de un punto y se arrojan a morir en el fondo de tus ojos. Una maraña de trivialidades frías que cortan las alas de la inspiración. Un vaso vacío, un secreto olvidado en este puño cansado de desaparecer.

viernes, 26 de noviembre de 2010

A mi amigo Fak, que le gustan estas pedorradas.

Las palabras en el viento
Mareas de sal
Que queman la piel
La Luna no controla el vaivén,
Ni los sentimientos

Encarnada la duda
El otoño suspira
Y se elevan pájaros huyendo
Del frío y los pensamientos.



jueves, 25 de noviembre de 2010

En los cristales se refleja un rostro que no puedo distinguir. Unos ojos color borgoña me contemplan desafiantes. Se empaña el cielo y se dibujan en la niebla los sonidos más penosos. El vidrio estalla, ese par de ojos se transforma el miles de ojos, ese difuso rostro se multiplica ahora en miles de rostros. La lluvia de cristales quiebra el silencio que me rodeaba. No me asusta, no tengo miedo. No estoy allí. Mis ojos se tiñen, se funden en vino, siento el aire que golpea mi vacío rostro. Estoy allí, pero del otro lado.

Lo que siento.

Quisiera poder decirte que te amo, que te espero,
que tu cuerpo alimenta esta sed tan desabrida, mas no puedo.
Mis labios se sellan, se pierden en tu pelo, en tus ojos, en tus besos.
Se ahogan mis palabras embriagados en tu esencia.
Te sentencian mis silencios tan repletos de caricias,
de emociones
y pensamientos.
Porque lo eterno y lo efímero vive en mí,
corre en mis venas cuando te siento.
En tus manos, en mis manos el fuego y el hielo.
El horizonte se pierde, se borra en un suspiro.
Yo me hundo en la noche de los secretos
y se alborotan los pájaros en el cielo.
Bailo y muero en el viento, estoy entre tus brazos.
¿Cómo expresar la muerte en la vida,
la brisa refrescante, el rocío en un beso?
Quiero decirte que te amo, que te siento. Mas no puedo…

martes, 23 de noviembre de 2010

martes, 16 de noviembre de 2010

Cuando estoy triste, las palabras brotan solas. Nacen de un cuerpo casi muerto que revive entre historias tristes y frustradas, reflejando en cada letra la pena que arde en mis venas.

Cuando regocijo de alegría, cuando la dicha invade mi ser, afloran de mi mente expresiones dulces, con tintes de luz. Un conjunto de centelleantes oraciones que narran entre descripciones y metáforas un reboso de coloridas emociones.
Penas, amores, ausencias, dolores, pasiones, dichas, temores, dudas, decisiones, ideas, elecciones o aventuras.
Cualquier sensación, percepción, pensamiento y/o emoción que rodeé mi cabeza necesita salir y contar su verdad.
Necesito escribir para expresarme, para liberarme, para manchar con mis huellas un papel, para saber que siento, que pienso, que existo

Hoy escribo para decirte que te quiero y que me haces sentir muy bien.

viernes, 12 de noviembre de 2010

La chica Fernet

Ella se encontraba sola, sentada frente a la ventana, en el mismo lugar que ocupaba siempre que iba a ese bar. Bebía ya el segundo vaso de Fernet, sumida en sus pensamientos, perdida en esas divagaciones que uno no suele  recordar cuando vuelve en sí. Estaba como ida. El vaso transpiraba sobre la mesa.
Con aire despreocupado un joven se acercó a ella, quebrando la quietud de sus atolondrados pensamientos.
- Así que vos sos la chica Fernet ¿no? Le dijo sonriendo, escupiendo sarcasmo en cada palabra.
Levantó la mirada unos momentos, para conocer a su interlocutor, pero sin emitir gestos ni palabras volvió a fijar la vista en la nada que observaba por la ventana.
- Eso dicen mis amigos-  susurró la muchacha sin expresión alguna.
- A mí me parece que vos sos como un Fernet mal preparado, ¡pura espuma! No debes tener ni idea lo que es tomar, ¿Sabes las noches de alcohol que te faltan para que te nombren de esa forma? Mí itinerario guarda años de vasos vacíos, de borracheras despilfarradas. ¡Por mi venas corre Fernet Branca, mi esencia tiene su sabor impregnado!
Acabada la frase de aquel parlanchín fanfarrón, la mujer le clavó la mirada con desprecio, se levantó acelerada por un impulso y de un golpe seco lo desplomó sobre la mesa. Con una fuerza inexplicable, lo agarró de un brazo y lo estrujó como a una toalla mojada. La gente del bar contemplaba la escena perpleja, espantada.
Ella, tranquila, con la delicadeza de una doncella, comenzó a extraer de aquel cuerpo inmóvil todo el espumante brebaje que lo colmaba. Bebioselo todo, hasta la última gota, hasta hacer desaparecer por completo a ese importuno muchacho que se atrevió a dudar sobre su tan reconocido apodo de “la chica Fernet”.

lunes, 8 de noviembre de 2010

¿De qué infierno crees que emerges? Colándote en mis días pretendes asustar. Queriendo intoxicar el aire que respiro, perfumándolo con dulce veneno de espinas que huelen a rosas. Buscas que siga ahora tus pasos mas no puedes siquiera andar. Eres un nefasto caminante sin pies.
En tus labios susurras palabras extrañas, dices que hablas de amor. ¿Qué profeta finges ser? En tu predica no se oyen más que lamentos disfrazados con un ficticio sabor a miel.
Desde tu escondrijo te escurres con sigilo hasta mi guarida, invisible, imperceptible. Piensas que desde el silencio podrás apagar mi voz, que tu presencia ausente puede atormentar este fuego que nace, que esas oxidadas cadenas del recuerdo pueden atrapar este sosiego, esta nueva fuerza que hoy me domina. Sin embargo vanos serán tus agotados esfuerzos.
Buscas ahondar en los más profundo de esas viejas heridas, esas que ya no están. Inútil será cualquier inquisición, han cicatrizado ya todos los daños que marcaron mi piel. La sal que guardas en los bolsillos ya no destruye mi cuerpo.
Tu cielo no aplasta más que tu ego.  Eres el Dios de las mentiras, y mi escepticismo impide inclinarme ante tu errada grandeza. Hoy te disfraza el velo de la ridiculez y la cobardía. Eres soberano en el reino del olvido. Intentas arrastrarme con falacias a un mundo que ya no existe, que destruiste.
¿Es que todavía no puedes verlo? ¿Es que acaso no lo has notado? Tus palabras ya no llegan aquí donde me encuentro ahora, tus garras ya nunca más podrán alcanzarme. Mientras agotabas tus fuerzas, naufragando en un ayer, yo me he elevado, muy lejos ya de tus impostores besos.
Puedo verte desde aquí, arrastrándote entre suplicas en aquel desierto que te envuelve. Vendiendo entre lágrimas ilusiones tan falsas como tu desdibujada sonrisa. Hoy te veo en aquellas lejanas profundidades donde decidiste anclar tus sueños. Hoy te veo, y siento a lo lejos que susurras mi nombre, pero ya no. Pero ya no.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Volví cargada del super. Me costó un poco abrir la puerta del departamento con las bolsas encima. Dejé con cuidado las compras sobre la mesada, y me apresuré en guardar el vino en la heladera. El vino blanco se toma frío, eso había leído en Internet, y esta noche íbamos a saborear un Viognier 2008. Según el buscador, esa era la mejor opción para acompañar los spaghetti salteados con vegetales que pensaba preparar para la cena. “Todo tiene que estar perfecto”, me dije en voz alta, y continué acomodando las cosas de la comida.
Después de organizar la cocina, tomé apurada el paquete de velas aromáticas que había traído y las dispuse una a una en puntos cercanos a la mesa del comedor, para que nos fuera fácil comer sin luz eléctrica. La música estaba lista y ya sonaba bajito, de fondo, para acompañarme mientras cocinaba, mientras lo esperaba.
El agua estaba en el fuego, casi en su punto de ebullición, mientras yo terminaba de cortar las verduras. Un viejo blues sonaba como telón, y al ritmo de esas notas su rostro se hizo presente en mi mente. ¡Cómo me gusta Hernán! Lo imaginaba perfecto: recién afeitado, con el pelo mojado y bien perfumado. Sonreía, siempre despreocupado, como la tarde en que nos conocimos, como en nuestra primera cita, como en aquella primer noche juntos. Recordaba con nostalgia cada uno de nuestros encuentros, como también aquella lejana e incumplida promesa que yo misma me había hecho de no enamorarme. No pude evitarlo, no pude, ni quise tampoco. Aprendí a amarlo en cada beso, en cada palabra, aunque su amor de papel siempre consumía entre las sábanas.
La ilusión me distrajo hasta que el filo de la cuchilla sobre mi mano izquierda me trajo nuevamente a la realidad. El corte en el dedo índice era apenas visible, pero la sangre que de este brotaba, ponía en evidencia el descuido. Me apresuré a lavarme, desinfectarme y proteger la herida. Ardía un poco, pero nada, y mucho menos tan insignificante suceso arruinaría todo lo que venia preparando hace días.
Terminé de preparar la cena a tiempo y corrí a cambiarme de ropa. Había preparado un vestuario sencillo y casual, pero siempre cuidando de no perder la elegancia. Todo estaba listo. Miraba el reloj impaciente. Mis nervios aumentaban conforme pasaban los minutos. Cada segundo extinguido en el reloj, era un paso más hacia él.
Me recosté en la cama, decidida a aguardar la visita con calma. Las velas ya estaban encendidas, y el olor a jazmín comenzaba a fundirse con el aire. La música parecía sonar mucho más alto ahora, en medio del silencio. Norah Jones y su dulce voz comenzaba a susurrar “Turn me on”, impregnando de esa cálida melodía todos los ambientes de la casa. “I'm just sittin here waiting for you, to come on home and turn me on” esas palabras asomaban tímidas de mis labios mientras mi mente volaba otra vez a su recuerdo. ¿Por qué me enamoré de él? ¿Por qué continuo con este juego donde ya he perdido, donde soy un peón olvidado, sin nada que defender? No hay explicación. Amo a Hernán y desde el principio me dispuse a entragarle mi corazón en cada fugaz encuentro, en cada efímero instante de pasión, gastando mi carne, mis labios y mis uñas en él. Aunque su amor siempre sea ilusorio, vacío y superficial. Nada importa, lo amo y estoy dispuesta a continuar con esto mientras él continúe naufragando en mi cuerpo. De pronto, el sonido del timbre interrumpió mi desbaratada controversia.
-¡Voy!- grité, poniéndome con torpeza y rapidez los zapatos. Corrí a abrir la puerta.
-¡Hola gorda!- me saludó sonriente. Entró con confianza, y con una agilidad propia suya, me tomó entre sus brazos alzándome en un efusivo abrazo.
-Hola- Respondí yo. Tan torpe, tan tímida ante mi quimérico príncipe de sueños realizados.
-¡Estas linda eh!- y sin darme tiempo a responder (a reaccionar siquiera) me dio uno de esos besos que solo él sabe dar, de esos que son dulces y apasionados a la vez. Esos besos que logran estremecerme siempre. Sabe qué tan importante es para mí, es consciente de todas y cada una de las cosas que me vuelven loca. Es todo un estratega, un maestro. Desde un principio supo aprovechar cada una de mis debilidades a su favor. Sabe que soy esclava de su piel, y lo disfruta.
Una vez en la mesa me dispuse a servir, sin sorprenderme que no haya advertido en todo lo que había preparado para él.
- Perdoname gorda- me dice- Salí tan apurado de casa, que me olvidé la billetera cuando me cambié el pantalón, ¡yo que iba a traer el postre!- me mira con cara de pena, y me hace un fingido puchero como un niño con cara de “yo no fui”.
¡Como lo odio y como me encanta al mismo tiempo! Pensaba y me contradecía sola, al final le dije:
- No te hagas drama negro, no va a hacer falta- le guiñé el ojo, cómplice de su sonrisa.
Cenamos sin sobresaltos, el tiempo pasaba entre bastos silencios y efímeras conversaciones sin sentido, envueltos en esa encantadora atmosfera que él omitía con indiferencia. La luz de las velas realzaba las facciones más perfectas de su rostro, mientras que la música de fondo decoraba y acompañaba con suavidad el irresistible timbre de su voz.
- Riquísimo gorda, la verdad, cada vez cocinas mejor. Y todo esto que preparaste (decía mientras guiaba la vista alrededor de la habitación) me encanta, sos tan romanticona vos- y concluyó la frase guiñándome un ojo.
No pude evitar sonreír complacida, al recibir el tan desgastado halago (por llamarlo de alguna forma, ¿no?) sin decir una palabra, esperé que encienda su infaltable cigarrillo de “después de comer” y procedí a levantar la mesa y llevar todo a la cocina.
Con la tranquilidad y la alegría que me provocaba tenerlo en casa me dispuse a lavar los platos, antes de volver a su encuentro en la otra sala. Pero al cabo de unos instantes sus brazos tomando mi cintura por la espalda interrumpieron la labor.
Con la exactitud de un experto, empezó a recorrer con sus labios mi cuello, mientras que sus manos exploraban mi vientre. Giré en el lugar para quedar frente a sus ojos de avellana, y con una velocidad increíble me alzó con gracia y me sentó sobre la mesada de la cocina quedando justo a la altura que a su pelvis más le convenía.
Me abrazó con fuerza y con ternura, besándome con intensidad y con calma a la vez, coordinando sus labios y su lengua a la perfección en mi boca, cuello y orejas. Me acariciaba el pelo y me hacia temblar. Mi respiración poco a poco comenzaba a alterarse, al igual que las palpitaciones que resonaban cada vez con más fuerza en mi pecho. Me quitó con la elegancia de un cortesano la remera, y así, sus sentidos tuvieron la libertad de acariciarme a su antojo. No hay nada más hermoso que sentir su calor sobre mi piel, nada podía compararse con eso. Sus besos enseguida empezaron a buscar los lugares más escondidos dentro de mi corpiño. Mis manos a su vez se enredaban con lujuria en su despeinada cabellera. Rodee su cintura con mis piernas, aproximando cada vez más, nuestras partes más ardientes. El aire comenzaba a espesarse, a contagiarse de la pasión que exhalábamos agitados.
Lo ayudé a quitarse la remera, apurados, sin alejar la proximidad de nuestros cuerpos. Y volvió a tomarme entre sus atléticos brazos, esta vez para llevarme sin más preámbulos a la habitación. Sin dejar de tocarnos caímos juntos sobre la cama, enredándonos, sintiéndonos y gastándonos en caricias que zigzagueaban entre los abismos de la ternura y la obscenidad.
Dos expertos amantes, el uno para el otro. Supimos entendernos desde el principio, y esa conexión tan viva, tan sentida, ni siquiera él podía negarla.
Desabrochó mi corpiño en una maniobra casi imperceptible. Luego, en un armonioso movimiento acabó dejándome encima de él. Tenerlo ahí, en mi ilusorio poder, me transmitía un frenesí imposible de explicar. Su torso desnudo complacía mis hambrientas ansias de disfrutarlo.
Nos movíamos al compás, sintonizados, excitados. Sentía la vida en su piel. Sentía que nadábamos en un mar de lamidos, que volábamos en un cielo de erotismo, que bailábamos al ritmo de nuestros cuerpos.
Sembré besos en su pecho y en su vientre, en exasperados intentos de saciar la sed que me consume durante su ausencia.
Al mismo tiempo despojamos el uno al otro de las ropas que sobraban, que aun nos distanciaban del encuentro. Las manos y los labios, desesperados, buscaban su calma en los rincones más prohibidos de la cordura. Las percepciones más sublimes y ardientes se encendían y estallaban como mil cristales de placer sobre todas mis células nerviosas.
Embebidos en una mezcla de sudor y lujuria, nuestros sexos se encontraba una vez más. Éramos uno solo al fin, como un engranaje perfecto, como un rompecabezas de solo dos piezas.
Allí estaba yo: gozando, sufriendo; rasgando con furia y con deseo la piel que amaba y que odiaba, esa de la que era esclava por propia voluntad.
Ahí estaba él: disfrutando, satisfaciendo sus necesidades humanas. Ultrajando mi cuerpo, mis sueños y mi amor.
En un abrazo, en un gemido, en un grito, el éxtasis de nuestras ganas llegó a su fin. La consumación del deseo, la posibilidad de morir y renacer en un beso.
Recostados los dos, ahora nuestras figuras se acomodaban para el descanso. Apoyar mi cabeza sobre su pecho y dibujar figuras con la yema de los dedos sobre él, eran el consuelo más lindo y más triste para mis equivocados sentimientos. Me dormí así, refugiada en sus brazos.
De repente, la sorpresa: un ruido extraño quebró la quietud de mis sueños. Me desperté y no estaba, era mi almohada a quien abrazaba, la cama todavía hecha y yo, aun vestida. La música continuaba sonando, y las velas se consumían con lentitud. El timbre sonaba inquieto una vez más, entonces comprendí: una nueva posibilidad de morir y renacer en sus besos.

jueves, 28 de octubre de 2010

Lágrima 2009

No intentes entender,
No lo voy a explicar.
No lo dudes,
No creas que miento
Esto no es un invento.
No es excusa,
No es un cumplido,
Ni una falsa ilusión.
Es mi corazón el que habla
No lo quieras callar,
Brota de mi piel
No lo puedo evitar.
Si me acaricias cuando te hablo
Sabrás que todo es verdad.
Guardaré cada “te amo”
Para cuando lo quieras escuchar.
Pero no estés asustado amor,
No te voy a lastimar
Mi destino esta en tus manos
¿Todavía crees que te voy a dejar?
Es que fue tan simple,
Tan claro lo sentí,
Al sumergirme en tus ojos
En tu mirada me perdí.
Y al verme a través de ellos
Descubrí en mi interior,
Que mi pecho grita tu nombre
Con cada latido del corazón.
Tuve que besarte una vez más
Para que mi alma reaccione
Para reconocer en mi ser
Que eras quien tanto esperé.
Quien estuvo a mi lado tanto tiempo
A quien no supe ver.
Que tonta me siento hoy
Si era tan claro todo,
Era así como tenia que ser
Es aquí donde tengo que estar
Entre tus brazos.
Hoy todo lo que conocía perdió sentido
Ya nada es lógico
Parece todo una locura,
La locura que me hace feliz
Hoy llevo tus besos conmigo
Tu nombre es mi mundo
Eres para mí.
Así tal cual eres
Con tus risas y tus enojos
Con todo lo que vienes.
Si aun así no comprendes
Vuelve a mirar mis ojos
Verás que solo tú te reflejas
Allí encontraras las respuestas.

¿Cómo puedes cambiar una vida repleta de amor, por unos días llenos de vacío?
¿Por qué desprecias un sueño realizado, a cambio de realidades pasajeras?
¿Qué pasará cuando todo acabe? Cuando las risas de la noche desaparezcan, y el peso de la mañana repose sobre tu espalda. ¿Qué pasará?
Todo acabara.
Las luces se apagarán.
La alegría se desvanecerá.
¿Me extrañaras acaso entonces?
¿Qué pasara cuando más soles caigan?
Cuando los días mueran insípidos ante tus ojos,
¿Comprenderás entonces el valor de mis lágrimas?
¿Qué pasará cuando bajo las estrellas La Luna vagabunda alumbre tu débil alma?
Dejándote al desnudo mi nombre y un corazón
¿Querrás cambiar entonces el rumbo de tu vida?
¿Qué pasará cuando el viento te abofetee con su brisa la cara?
Despertándote de la ilusión, el olvido y las carcajadas.
¿Sentirás entonces mi corazón latiendo en tu pecho?
¿Qué es lo que estas haciendo, con tu amor, con mi amor?
¿Qué pasará entonces?
Las luces se apagaran.
La alegría se desvanecerá.
Todo acabará.
Otra vez la realidad.

jueves, 21 de octubre de 2010

Ya no hay lágrimas, ya no más. Las palabras quedaron mudas, las trago sin masticar perdiéndolas en lo más hondo de mi ser, ya nunca serán dichas. Los sentidos se apagan, la nada me absorbe, invisible soy en este incomprendible mundo. ¿Quién eres? ¿Quién soy? ¿Qué hago? ¿De qué hablas? No conozco el leguaje,  palabras ininteligibles brotan de esas bocas. Extranjera me siento de mi propio lugar. ¿Por qué me llamas amigo? ¿Por qué me llamas amor? Silenciosas preguntas que aturden, que confunden. Tantos ojos mirandome y yo tan distinta, y yo tan igual. Ya no entiendo, ya no pienso, ya no siento.

sábado, 16 de octubre de 2010

El cigarrillo se consume con lentitud en su lecho de cerámica. El humo que de él se escapa, dibuja extrañas figuras en el aire, figuras que bailan al ritmo de una canción.
El vaso sobre la mesa transpira el frio de su contenido. Sorbo a sorbo el sabor del Fernet calma una sed de soledad en mi garganta.
Las notas lejanas de un piano, caen sobre mí como una lluvia de primavera, y me colman de sensaciones de sublime armonía. La noche se torna mágica, y se llena de estrellas la habitación. ¿Acaso este momento podría ser mejor? Sí, podrías estar aquí conmigo.

viernes, 15 de octubre de 2010

Abro con pesadez mis ojos, aun dormidos, y sonrío. Tu perfume invade la atmosfera. Busco en mi lecho una rosa (una rosa blanca que siempre desee hallar al despertarme), una rosa sin espinas que acompañe una carta de amor, pero nada descubro a mi alrededor. No hay rosas, ni cartas, ni vos. Sola me encuentro en esta habitación que recibe los primeros rayos de luz por la ventana. Respiro tu fragancia sin dejar de sonreír, sé que no lo imaginé. Sé que estuviste presente durante mis sueños, llenando de tu esencia mí alrededor. Lo sé porque siempre estas, siempre te mantienes presente en cada minuto, en cada uno de mis pensamientos.
Me acomodo perezosa en mi cama, y sueño despierta con tus ojos. No me preocupa no tenerte aquí a mi lado, estoy segura que donde quiera que te encuentres, estas pensando en mí también, y eso me es suficiente.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Estoy tarareando una canción, que no puedo descifrar. Me desperté con esa musiquita de telón, que mi mente me trajo para acompañar al Sol. Son melodías inventadas tal vez, pequeñas sinfonías del corazón, notas de azúcar mezcladas con espuma de mar, que saben a frutas y se silban suavecitas, como la brisa de verano.
No puedo dejar de cantar, de cantar y de sonreír, admirando con mi canción el cielo de la mañana. Sonrío sin timidez, sin disimulo por la calle, sonrío regalando flores de alegría por doquier, ramitos de colores con texturas de algodón.
Sigo sonriendo y andando, y cantando mi canción. Por la calle titilan destellos, que se prenden y apagan al ritmo de mi tonada. Detengo mi paso sin prisa y tomo unos de esos brillitos del aire, lo contemplo maravillada, con admiración. ¿De qué se trata? No lo sé, quizás sean pedacitos de amor, ¡Qué hermosura! Mi sonrisa esta vez resplandeció de dicha, resplandecía igual que los centelleos que me envolvían, de repente de mis ojos brotaron dos lagrimitas de arco iris, eran lágrimas de felicidad.

viernes, 8 de octubre de 2010

Juegan, ríen, vuelan, sueñan. Tienen ideas y mascotas extrañas, dibujos incomprensibles y palabras raras. Se divierten, son tan felices en ese mundo de papel. Tienen el don de transportarse, a través de la música, al sitio de la imaginación que quieran. Son bacas, Alabastros, fantasmas que escriben, sombreros y lágrimas que se hacen presentes sobre la vieja mesa de roble. Entre la cerveza y el humo, estos tres jóvenes principiantes, se aventuran a ser niños otra vez, siempre en el mismo sitio, una vez por semana.  

miércoles, 6 de octubre de 2010

Tantos Soles han cruzado el cielo, imperiosos en su andar, para dar al fin con sus muertes, consumidos por el horizonte. Tantas Lunas han brillado en las noches del firmamento, protagonistas del silencio, testigos de las sombras y de los amantes que en la oscuridad de ocultan. Tantos mares han golpeado con violencia en las arenas. Tantos vientos se han llevado mil suspiros y mil lágrimas. Tantos amaneceres, tantos ocasos, cientos de inviernos y de primaveras. Tantas nubes, tantas lluvias han visto a las personas correr.
Tanto de todo, siempre los mismos.
Y yo aquí inerte, constante y estúpida: maniatada a tu recuerdo, aferrada a tu perfume.

lunes, 4 de octubre de 2010

Las palabras se comprimen, se esconden, se esfuman, se pierden. Caen al vacío de mis pensamientos sin ser dichas, sin haber rozado mis labios, sin formarse en una oración. No llego a pronunciar nada, no quiero hablar de las razones que apagan mi voz. Mi cabeza se enciende y arde, mis palabras mudas mueren allí.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Laura, por Facundo Kishimoto

-Lau ¿Te dijeron que sos muy linda?-preguntó Gustavo tratando de parecer más bello y seductor al unísono.
-Si, no me han dicho otra cosa desde que tengo uso razón.-concluyó la mujer con una sonrisa esfumada en su rostro.
Laura dejó el restaurante sola, decepcionada. No hubo necesidad de consumir nada, de intercambiar palabras vanas. Como un déjà vu eterno vivía con la sensación de que cada salida era la misma, cada hombre, el mismo estúpido.
¿De qué sirve la belleza?-se preguntó al pasar por la vidriera de una tienda. Y continuó hablándole a su reflejo.
-Soy linda, no escucho otras palabras. Pero nadie sabe realmente quién soy. Nadie conoce de mis defectos o verdaderas virtudes ¿Alguien se detuvo a observar los cuadros que adornan mi cuarto? Horas y horas de pinceladas desperdiciadas. Tengo amigos, pero quisiera ese amor lleno de esplendor que los enamorados que desfilan por doquier pregonan. Gustavo, Dario, Joaquín. La misma frase estúpida. ¿Te dijeron que sos muy linda? ¿Es que no se cansarán de ser mediocres? ¿Es que no se cansarán de ser ciegos?-la última frase fue pronunciada casi como un suspiro.
Caminando lentamente, pues se hallaba perdida en el sentido más profundo de la palabra, llegó a su hogar. Arrastrando su cuerpo se transportó hacia el lugar en donde se hallaban sus obras. A su izquierda, paisajes casi cronológicos: amaneceres, atardeceres, un anochecer y una gran luna llena; en el centro autorretratos, al estilo Frida Kahlo pero en lugar de un mono la acompañaba Branca su perra; por último a su derecha situaciones: un beso no concretado, una palabra no dicha, un gesto simulado. Eso era ella: transiciones como la de un momento del día a otro, con una luz esplendorosa como la de la luna (aunque cada vez la suya se apagara más y más), ella y su mascota, la única que no la abandonaba, y esos momentos que no fueron, que quedan solo en la imaginación, en la fantasía.
Se trasladó hasta la cocina y con una desconcertante tranquilidad tomó un cuchillo con sumo cuidado. Regresó al lugar donde se encontraban las pinturas, tomó entre sus manos las de sus retratos y arremetió contra ellas. Cinco minutos bastaron para hacerlas trizas. Había creído que destruyendo sus imágenes se sentiría mejor. Se equivocó. El sonido del teléfono celular interrumpió el momento de éxtasis. Era Gustavo otra vez, reclamando atención, amor y confesándome cuán bella me encontraba por enésima vez, estúpido, pensó Laura. La gente que no acepta la realidad, un no como respuesta, el no saberse deseado, esa es precisamente la que no merece nada. Sin embargo, ella se equivocaba una y otra vez. Nadie vio su imagen como un aspecto de ella, tal vez el menor. Tomaban la parte por el todo, creyendo, etiquetándola como “Lau, la linda”. Ella se consideraba Lau, la artista. Pero necesitamos la mirada del otro y ella ya estaba resignada a que la mirada del otro siempre fuera la equivocada, la que lastimaba.
-Hola-expresó al levantar el tuvo del teléfono
-Lau, te extraño, no puedo vivir sin vos. Dame otra oportunidad. –suplicó la voz gruesa del otro lado.
-Decime ¿Quién soy yo?-preguntó pero sin muchas esperanzas de obtener una respuesta satisfactoria
-Sos la más hermosa ¿Dónde voy a encontrar a otra como vos?-respondió esperando acertar.
Una lágrima corrió a través de su cara al instante de colgar el tubo. Gritó. Gritó hasta que sus cuerdas vocales no dieron más. Gritó hasta que lo vidrios temblaron de miedo. No lloró. Ya no podía ¿Cuántas veces lo había hecho? Fríamente realizo cada uno de los siguientes movimientos:
Trajo de su dormitorio la filmadora guardada en el armario y la colocó en el estratégico sitio para que la lente pudiera apreciar cada detalle. Con el cuchillo en la mano accionó la máquina y comenzó a grabar casi como confesando:
-Para vos que apreciabas mi belleza más que a nada. Para vos que idolatrás cada centímetro de mi cuerpo, te dedico este acto. Para demostrarte que nunca me entendiste, que nunca me quisiste, que no sabés quién soy. Tal vez yo no lo sepa, pero sé que no soy lo que todos ven.-pronunció estas últimas palabras con énfasis.
Acto seguido, tomó el cuchillo, lo alzó hasta la altura de su cara y empezó a cortarse. Varias líneas rojas iban abriéndose segundo a segundo, dejando atrás, en el pasado el rostro que muchos admiraron. ¿No le dolía? No le dolía para nada. El dolor tan profundo había llegado a la superficie haciéndola inmune contra todo sentimiento. Se detuvo un momento, giró su vista hacia el espejo para contemplarse. La sonrisa escondida hace tiempo a causa de la falta de amor, en ese momento floreció. Aun más, soltó una carcajada. Retomó fuerzas y siguió hablándole a la cámara:
-Ahora ¿Soy tan linda? ¿Te atreves a besar mi boca cortada? Hipócrita ¿Amas a esta Lau? Esto es tan sólo el principio. –Con un tono satisfactorio finalizó la frase.
Sus piernas, la derecha y la izquierda fueron laceradas. Muchos cortes aparecieron, y la sangre emergió a borbotones. Por último, su pecho, su abdomen, todo fue lastimado. Se tumbó sobre el suelo no por el dolor, sino porque su organismo se estaba quedando si fuerzas. Nuevamente la risa brotó de Laura. Una estruendosa, alegre e infinita risa. Únicamente dejó de reírse cuando sus latidos se detuvieron. Un charco de sangre la enmarcaba. Branca entró en el cuarto, lamió el rostro de su ama y lloró con lágrimas de verdad.

Gustavo golpeó muchas veces sin obtener respuesta. Tras haber llamado a su teléfono celular y al de su casa y siempre dar con el maldito contestador, había decidido ir personalmente. No aceptaba un no como respuesta. Ya harto de golpear y de gritar el nombre de su amada, abrió la puerta por la fuerza. Y un fuerte olor a sangre fue el primer indicio de la pesadilla.
Me escapé de la razón por un huequito que hallé en la imaginación. Cuando la primera se distrajo en mi mente, me eché a correr por un campo de flores. Jugué a ocultarme en las nubes, y dormí una siesta en la Luna, abrigada por un manto de estrellas.

Cuando desperté, resolví ir a buscarte, librada al fin de todas las cadenas del pensamiento. Nadé entonces por el centelleante cielo, hasta tu palacio de azúcar. Decidida a golpear tu puerta, di dos pasos hacia el frente, entonces de repente, algo me detuvo: la verdad se asomaba. La razón me ha encontrado distraída y como rayos de Sol, quemó mis ojos sin piedad. La dura realidad encandiló mi breve sueño con crueldad. Destruyó de un solo golpe aquel mágico mundo que por un efímero instante me hizo feliz.

martes, 28 de septiembre de 2010

La lluvia no colabora, no colabora para nada. Mi estado de ánimo cae en picada, cada vez a mayor velocidad. Cae, como caen las gotas del cielo, caen para estrellarse y morir inadvertidas sobre el cesped.

La lluvia no colabora, o si lo hace, colabora, pero con mi tristeza. La lluvia potencia mi tristeza y mi sueño también. Tengo sueño y quiero dormir, quiero dormir sobre una estrella, abrazada a un cometa de algodón.

Llueve, y no puedo dormir. Tengo sueño y estoy triste y no queda más que escribir. Extraño mi cama y el corazón de peluche que espera mi llegada, que me hace compañia por las noches frias.

Hace frio, llueve, estoy triste y tengo sueño. Hoy va a ser un día pésimo, me voy a preparar un café.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Estoy mal, ¿Estoy mal? No lo sé, o tal vez si lo sé, mas no puedo describirlo. Todo se apaga tras un manto de silencio, ¿Me invade o lo provoco? Tampoco hay contestación a eso, cualquiera sea la respuesta, allí esta y me atormenta.
Se esparce en toda la habitación y en toda mi cabeza también, se apodera de todos los espacios y los calla con crueldad. No es este un silencio de poder, un silencio inteligente de palabras encerradas. Es un silencio vacío, un silencio muerto. Un silencio sin contenido que atosiga mi mente y que enmudece mis pensamientos. ¿Será? ¿Será que este sigiloso secreto encierra en un enredo sin sentido mis desbaratadas ideas? ¿O será tal vez que mi confusión es tan grande que mis razonamientos se atropellan entre sí, impidiéndose unos a otros reflejarse con claridad en mi cabeza? Los interrogantes fenecen incompletos, sin resolverse. Se extinguen cautelosos en los más recónditos resguardos de ese enmarañado alboroto antes de dar soluciones.
Doy vueltas vanamente al asunto, sin llegar a nada. Doy vueltas, ya mareada, en mi cabeza y en mi cama, no consigo conciliar el sueño siquiera, quiero gritar, pero también ha enmudecido mi voz. El silencio logró vencerme sin esfuerzos, y ya no hay sonidos en la habitación, en mi cabeza, en mis labios y en mi corazón.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Muñeca de trapo

Es lindo verte hoy, con tu sonrisa de chiquilla traviesa, los hoyuelos enmarcados con encanto en tu rostro y las mejillas rosadas con timidez.
Es lindo verte hoy, tan distinta, tan mujer. Es lindo verte hoy, y saber que eres feliz.
Te ves tan radiante muchacha, y los ojos te brillan distinto. Lejos ha quedado ya, aquella triste niña de mirada gris y de ilusiones muertas, vieja muñeca de trapo con botones descosidos.
Ya no te escondes, no tienes miedo y solo juegas a ganar. Has decidido con estusiasmo levantarte y avanzar, y hacer sonar cada uno de tus pasos, el pedregoso camino de la vida.
Hoy con alegria corro a tu lado y te tomo la mano, una vez más me detengo a observar tu porte, te admiro y con orgullo te digo: Gracias por ser mi amiga.


¡Feliz cumple!

jueves, 23 de septiembre de 2010

"Amar es sufrir, pero



también es la felicidad (o se le parece)."

Silvina Ocampo- Fidelidad.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Decepción.

Cuando se sentó a mí lado, sus manos temblaban nerviosas. Los ojos le brillaban culpables, colmados de lágrimas que amenazaban con rebalsar de su mirada en cualquier instante. Mi mirada en cambio, exploraba fijamente el piso, no quería contemplar sus ojos, temía sobre lo que sus pupilas aún sin hablar me pudieran revelar.
Un suspiro salió con violencia de mi boca, aunque más que suspiro, fue un resoplido, una queja. Una protesta anticipada a lo que venia. Sin conocer las palabras que contenían esos labios, yo sabía exactamente lo que iba a escuchar. Sin más preámbulos, lo dejó escapar.
-Perdón, dijo.
Continué examinando el piso por un par de segundos más. Luego, cerré los ojos como un acto reflejo, envuelta en una mezcla de emociones. Una sarcástica sonrisa fingió dibujarse en mi rostro. El haber adivinado su mísero discurso no me hacía sentir mejor. Hubiese preferido equivocarme, pero no. ¡Es tan predecible la gente! Eso agravó aún más mi disgusto. Era una mezcla extraña de enojo y tristeza, ¿Era eso? no, era otra cosa. Después de estudiar mi inesperada reacción, continuó hablando:
-Sabes que nunca haría nada con la intención de lastimarte, fue un error. De verdad, lo siento.
Al cabo de unos minutos de más arrepentimientos y disculpas, ya no lo escuchaba. Mi cerebro habia decidido ignorarlo y procesar la información que estaba recibiendo, junto a los hechos acontecidos la noche anterior. Todo encajaba a la perfección.
Un golpe en la nuca, así lo sentí. Esa invasiva sensación de comprender que una vez más debia afrontar el doloroso trago de la traición. ¿Cómo puede molestarme algo a lo que estoy totalmente acostumbrada? ¿Cómo puede sorprenderme un acto tan evidente? Anticipadamente, aún antes de conocer a una persona puedo presentir que este va a ser inevitablemente el absurdo final al que voy a tener que resignar.
Tantas cosas: ideas, pensamientos, dudas, respuestas y enojos. Todas ellas se enlazaban entre sí, impidiendo manifestar palabra alguna. Su mano sobre mi mejilla interrumpió el caos de mi cabeza. De forma automática, aparté con brusquedad ese vulgar roce en mi rostro. Sentí náuseas, percibir el tacto de esa actuada caricia, tan falsa como sus palabras, produjo un rechazo en mi cuerpo.
Respiré hondo, cuando al fin me supe estable. Levanté la vista y la clavé en sus ojos. Sin poder evitarlo, me hundí unos instantes en ese par de falsos diamantes negros inundados de llanto. Ese fugaz naufragio, me permitió esclarecer las ideas. Sin dejar de observarlo le dije:
-Este efímero momento me mostró que la decepción puede ser material y tangible. Lo lograste, me está aplastando. ¿Qué color tiene? El de tu mirada, ¿Qué sabor? El de tus palabras ¿Qué precio? Mi confianza, ¿Estas dispuesto a pagarlo?
No respondió. Sin más sonidos que el silencio, se levantó y se echo a correr.
Desde aquel día, no volví a saber de él.


No tengo donde huir, ¿Hacia donde correr? Quiero escapar.
Como una estúpida niña, hoy disfracé mi dolor de princesa. Quiero jugar, jugar y que se vaya, que desaparezca. Quiero fingir que no existe.
Un espejo hecho trizas en el suelo, me dijo un momento antes que mi mano destroce su esencia y vuelen los cristales en la habitación, que de nada servían esas dibujadas sonrisas, la opacidad y la muerte en mis ojos develaban el secreto.
Sentada en el piso del cuarto, veo en los trozos de vidrio dispersos por doquier, mi reflejo. El delineador negro que usé la noche anterior para disimular con encanto la amargura de mi mirada, esta mañana evidencia, con borroso tinte, los distintos caminos que dibujan las lágrimas en mi rostro.
Mis manos sangran como consecuencia de la infructuosa lucha con el espejo, en el vano intento de querer destruir lo que allí se veía. Todo se mezcla y se torna oscuro. Me replanteo el porqué de tanta desolación, pero tan hondo es el pesar que duele el querer descubrirlo. Y allí quedo yo: Una patética mujer sola, sentada sobre la alfombra, sangrando las heridas y vestida de princesa.

lunes, 20 de septiembre de 2010




► Tengo que confesarte ahora, nunca creí en la felicidad. A veces algo se le parece, pero es pura casualidad ♪

viernes, 17 de septiembre de 2010

Soneto. Facundo Kishimoto

Lau, mujer tomate, amiga querida

Emoticón, que con tu prosa conquistas
Nuestros corazones piden que existas,
Para que alegres siempre cada vida.

Lau, amiga, mi escritora preferida
Te pido, te ruego, no te resistas,
Yo deseo que siempre me asistas
Y en cada ocasión te voz percibida.

¿Qué pretendes a cambio del pedido?
¿Una planta de ñoquis? ¿Un gran pegaso?
¿Un vaso de fernet que nunca acabe?

Di si, y mi corazón será expandido
Di no, mi corazón verá su ocaso
Lo grita un amigo, usted bien lo sabe.

martes, 14 de septiembre de 2010

El horario pico bajo el Sol, solo empeoraba la situación,
¡Necesitaba llegar a casa ya!
Sentía como si una piedra de sal se apoderara de mi garganta,
quitándome todo el liquido del cuerpo.
Mientras camino, fabrico con saliva un oasis de falacias,
intentando engañar aquel desierto que atosiga mi ser.
Me relamo una y otra vez, en busqueda de la más minima hidratación
mientras aprieto el paso con apuro.
Después de lo que me pareció una década de sequía,
llego a casa casi con dificultad.
Me despojo rapidamente de las prendas más acosadoras de mi ropa.
Busco con el máximo entusiasmo que podía, debido a mis escasas fuerzas, los elementos e ingredientes necesarios, para acabar de una vez, con esta árida sensación,
y con todo el placer del mundo, me dispongo a preparar un riquísimo y único
Fernet Branca.
La tengo frente a mi, y no puedo evitarlo.
La sangre me hierve, las venas de mi frente y mi yugular, pueden palparse por sobre el resto de la piel.
La tengo allí, ante mis ojos, observandome con esa cara de nada, llenando de lágrimas ese frio y superficial rostro.
Mis ojos la escrutan con impiadosa tempestad. Son incontenibles estas ganas desesperadas de tomar el afilado cuchillo carnicero que descansa sobre la mesada, justo tras ella, y ponerle fin a esta historia.

Miedo.

De repente, como si nada, la habitación se mostró mucho, muchisimo más oscura que de costumbre, más oscura y más fria también.
La tenue luz de Luna que se colaba tímida por la ventana, comenzaba a ocultarse tras un desfile de suntuosas nubes, que se sucedian unas tras otras, desafiantes, con la amenazante apariencia de quebrar en un instante la quietud del firmamento.
El silencio, cooperaba disimuladamente con la noche combinando con vacios secretos, los deshabitados rincones de la casa. La muchacha permanecía allí, absorta, reposada en la vieja mecedora que se ubica a un lado del espacioso living, frente al ventanal del fondo.
Jugaba distraía, casi sin advertirlo, pretendiendo sincronizar los movimientos de la silla, que se balanceaba entre quejas sobre la ceramica, con el reiterado ritmo de los extiguidos segundos que morian en el interior del reloj de pared.
Permanecía inmóvil, mientras su asiento la acunaba con desgano. Se perdian sus ojos observando el renegrido mar de tinta derramado sobre el cielo, y las hojas de los árboles que bailaban con el viento, presas en aquellas ramas, luchando incansablemente por liberarse. Las nubes se espesaban cada vez con mayor velocidad, cubriendolo todo, hasta la última estrella.
Todo a su alrededor continuaba apagandose, dificultando cada vez más la contemplación. Pensó entonces, cuando tomó consciencia de la oscuridad que la envolvía, que sería mejor encender las luces de la sala, aunque sea una. Con pesadez, despegó la espalda del mullido respaldo que la sostenia, quitó el pequeño libro que apoyaba en su falda, que había traido con intención de leerlo, y que abondonó mucho antes de ojearlo siquiera. Dispuesta a levantarse, estudió con la vista la distancia que la separaba de la lámpara más cercana a su ubicación, pero algo en el ambiente la paralizó.
Petrificada en su lugar, ya ni la silla se movia, con la vista fija en la oscuridad del interior, ¿Del interior? ya todo se habia tornado de un único negro, no distinguía donde terminaba la ventana y comenzaba a ser la imagen de una cortina de sombras reflejadas en un vidrio. Aún así, sabia que su atención se mantenia dentro del hogar.
Intentaba controlar todos sus movimientos con sosiego, parpadeaba con cautela, respiraba con pausas marcadas, hasta sus pensamientos procuraba detener, con tal de no alterar esa inquietante atmósfera que fingía no respirar, sin quitar los ojos de la negrura de la sala.
Algo la sorprendió inesperadamente, una fria corriente de aire, proveniente de la dirección que acusaba con la mirada, la envolvió con fuerza, despeinando su larga y acomodada cabellera. Era imposible, aún sin divisar las secciones de la casa, sabia que acechaba el pasillo que conducia a la cocina. Era un estrecho corto y angosto, sin aberturas, no habia rincón posible por donde pudiera filtrarse una ráfaga, no allí, en medio del living. El dominio que pretendia tener sobre sí misma, se disipó con el viento.

Un escalofrio recorrió su cuerpo, sentia su piel estremecerse. Una sensación inquietante se apoderaba de ella. Con desconfianza, buscaba alguna señal en la impenetrable negrura de la espaciosa habitación. No habia nada, nada ni nadie, ningúna extraña alteración en la quietud de la madrugada, sin embargo, su perturbación no cesaba.
La respiración se aceleró repentinamente, como si el aire quisiera escapar con desesperación de sus pulmones. La tormenta ya habia comenzado, pero ella no pudo percibirlo inmediatamente. Ese "algo" dentro de la casa ocupaba toda su atención.
Su corazón, alterado, galopeaba desorientado a un ritmo desigual. Todo sus músculos se tensaban. La mirada recorría una y otra vez vanamente el perímetro, intentando adivinar lo que escondia esa gran mancha de oscuridad. La luz de un rayo iluminó la sala por unos instantes, esa instantánea claridad le permitió vislumbrar que todo a su alrededor se mantenía en serenidad, aún así, ella no se permitía confiar en la calma, un presentimiento se lo advertía.
Quería correr, correr a su cuarto y encerrarse. Quería llorar, quería gritar. Una sensación de ahogo se instaló en su garganta imposibilitando todo deseo de gritar y de llorar, solo un oprimido y debil jadeo lograba atravesar la opresión. Necesitaba correr, correr y huír de esa misteriosa sala, de esa enigmática situación.
Sus pies, torpemente comenzaron a responderle. Vaciló un instante, y se apresuró a correr escaleras arriba,  hacia el dormitorio. Sintió que la seguían.
Con brutalidad cerró la enorme puerta de algarrobo barnizado. Sus manos temblaban, dubitativas. Forcejeó unos instantes con la llave, hasta conseguir ganarle al cerrojo. Se avalanzó a encender el velador de bronce que se ubicaba sobre una pequeña mesa de pino que utiliza para leer.
Una vez allí, encerrada y segura bajo la luz eléctrica, revisó con sospecha los recovecos del armario y debajo de la cama. La tormenta afuera se habia desatado con furia, azotando con violencia los cristales de la ventana. Su ritmo cardíaco comenzaba a normalizarse.
Tomó de la cama su almohadón favorito y el cobertor color uva que reposaba sobre una butaca. Vació el armario por completo, a la vez que apilaba a un lado, una montaña de telas y texturas. Depositó el almohadón, en el extremo más oculto del mueble, improvisando una precaria cama. Se ovilló ahí dentro, en posición fetal, puesto que el espacio no era apropiado para sus medidas. Espió una vez más el lugar, ahora con tranquilidad. Se ocultó por completo bajo la suave manta de microfibra, ni su cabeza se asomaba fuera de aquella repentina guaridad. Al cabo de unos instantes, quedó profundamente dormida.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Escribir

Escribir: rozar el teclado de la computadora, tomar un lapiz entre mis manos, dibujar arabescos en el aire. Escribir no es pensar, es sentir.
Yo escribo, y siento como de mis dedos se escapan enredándose y amoldándose, divertidas y apelotonadas letras, conjugándose inevitablemente con signos.
Secretos, miedos, frustraciones; todo se manifiesta y toma vuelo entre mis palabras. Escribir no es escapar del mundo y ocultarme de la realidad, es sumergirme un rato en mi mundo y vivir la realidad que mi mente me tiene preparada.
Son monstruos, princesas y amores que llevan mi firma en cada expresión. Escribir es mi liberación, mi paz, mi verdad.
Escribir es darle paso a mis más puros sentimientos y encajonar por un rato la razón, escribir no es más ni menos. Es simple, es único, es todo.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Pesadillas.

Despertó bruscamente. Una noche más como tantas otras, ahogado en un desesperado grito de dolor. Una vez más, como cada interminable noche, un nuevo desvelo colapsaba su mente.
Se sentó de golpe en la cama y sintió unas frias gotas de sudor brotar de su nuca, un leve estremecimiento recorrió toda su espalda y sus labios temblaban dudosos, inquietos, espectantes.
Su mirada buscaba acusante quién sabe qué, en cada rocóndito rincón de aquella vacía habitación, escrutando con miedo la impenetrable oscuridad que lo rodeaba.
Atemorizado, creyó ver una imposible silueta escondida en medio de la nada que lo envolvía. Sabía que era hora y que eran ellos; sabía que, como cada noche, venían a atormentar sus sueños, a acompañar el insomnio.
Eran ellos: aquellos feroces monstruos sin cuerpo y sin forma; sin caras de terror, sin enormes dientes, ni garras. En nada se parecen a aquellos espeluznantes demonios de película y sin embargo solo su presencia lo atormentan, lo torturan y lo destruyen cada noche hasta la locura. Eran las malditas pesadillas vivientes del recuerdo, el remordiemiento y la nostalgia, llegadas de lo mas hondo de la consciencia, que lo mantenían en esa constante alucinación.
Sentado en la pequeña cama de su desolada habitación, rodeado de todos esos perturbantes espectros, se tomaba la cabeza desesperado y con angustia y dolor, emitió quejoso, un desgarrado y ensordecedor alarido que quebró la quietud y el silencio de la noche.
Las lágrimas, incontenibles, comenzaban a brotar con prisa de sus ojos, queriendo huir de aquel cuerpo destrozado.
-¡No puedo!- gritaba -¡No puedo!, ¡No quiero recordarla!.
El río que nacía en sus pupilas se desbordaba desenfrenado, y su caudal crecia con cada recuerdo.
-Ella no se merece que la recuerde- se decia a sí mismo - o más bien, yo no merezco recordarla, ¡esto está mal!
Las manos hacían fuerza sobre su cabeza, sosteniendo con presión, en un vano intento de contener el recuerdo, de guardar su memoria en el olvido.
Los fantasmas estaban allí, pero él sabía muy bien que eran tan solo un reflejo de la verdadera maldad, solo marionetas pendiendo de los hilos de un único titiritero; sabía que tras aquellos monstruos se escondía un perfume de mujer. Ella lograba mantenerse presente en él, aún estando lejos.
Tanto tiempo, tantos inviernos en soledad y todavía no conseguía hallar la forma de desterrarla de su mente. La alquimía de su razón no lo lograba. Ella se había calado en sus huesos y en su carne como un virus sin remedio.
Comprendía que estaba mal, la culpa le pesaba cada día en la sangre. Pensarla era ilegal, era en sus creencias un pecado, aún siendo ella su única religión. Era inaceptable hasta en sus más escondidos deseos.
Ella no estaba, no estaba y no iba a estar, incluso su recuerdo era una ilusión. No había más que eso, y como eso no bastaba, prefería que la nada misma invadiera su cabeza llenandola de ausencia. Deseaba que un blanco inexistente de razón ocupara la totalidad de su mente hasta dejarlo en estado de esquizofrenia total.
No es bueno para él recordarla. Ella lo confunde, lo hace dudar sobre su presente y se odia a sí mismo por hacerlo. Suele encontrarse distraído imaginando las probabilidades del "Que hubiese pasado sí..." ¡Pero no! no podía permitirse siquiera fantasear con alguna premisa en pretérito pluscuamperfecto. Aborrecía cualquier hipótesis que contenga un "tal vez" o un "quizas", el solo hecho de mencionarla le recordaba que ella no estaba y que era su culpa. Él la dejó partir.
-¿Y que tal sí...?- le susurraba un espectro bajito
-¡No! gritaba él al tiempo que se cubría con fuerza los oídos, creyendo en la falsa ilusión de poder ensordecer su imaginación.
Cerró sus ojos casi instintivamente mientras sacudía la cabeza queriendo ahuyentar las voces, pero nada bastaba. Ella lograba traspasar cualquier barrera, atravesar cualquier límite logrando siempre escurrirse y estar presente en cualquier lugar.
Aquella destellante mirada de preciosas esmeraldas se hizo presente en ese cuarto, imponente, majestuosa.
Él, absorto, nada podía hacer contra aquel temeroso ángel de tinieblas que allí expectante no le daba tregua al olvido.
-¡Perdón amor, perdón!- se oía en un débil gemido casi imperceptible -¡Perdón amor! tarde me dí cuenta cuanto te quiero- repetía ya vencido, extendiendo sus brazos hacía aquellos ilusorios ojos que lo observaban en la habitación.
-Tú bien sabes que jamás he querido hacerte daño, no sabía, no creía que hoy me iba a pesar tanto esta decisión. ¡Lo siento, lo sabes! ¡Ves cuanto sufro hoy, lo puedes ver en mis ojos, en mi piel, en mi dolor!. Lo puedes sentir amor. Perdón.
Aquellas palabras nunca antes dichas fueron desgarradas con furia desde lo más hondo del pesar de sus sentimientos. Una confesión desesperada con olor a lamento y gusto a sangre y horror acababa de revelarse en sus labios.
Quebrado en pena hasta la esencia y con lágrimas color muerte desfilando por su rostro, se levantó bruscamente de la cama y frente a esas dos perlas de ensueños que lo acechaban con recelo, abrió con furia la ventana del cuarto. Una fria ráfaga nocturna lo sorprendió de un golpe, llenando de un suspiro la sala. El frescor del aire renovó el ambiente, disipando aquel espesor irrespirable de lamentos en la atmósfera.
Observó la Luna unos instantes. La vio mutar indiferente bajo ese oscuro campo de estrellas, hasta convertirse en el rostro de aquella adorada dama. Pasmado ante las facciones más perfectas que haya visto, se dejó perder dentro ese par de ojos de manantial que brillaban en el firmamento.
Se agarró con firmeza de los lados de la ventana, trepó en ella y con incertidumbre miró el suelo, calculando la distancia que lo separaba de él. Cegado por la locura, se dispuso a saltar hacia el vacío.
-No quiero seguir sientiendo este pesar en las venas mi amor- dijo con la mirada al cielo -No sabes como quisiera verte una vez más, decirte cuanto lo siento, saberte viva en algún lugar. Es cobarde de mi parte no soportar encima el dolor que merezco, pero no es por mí que lo hago sino por tí, tú sí que no lo mereces. Te quiero, voy a liberarte.-
Una extraña brisa bajó del cielo trayendo en el vuelo un dulce y conocido aroma.
-No lo hagas, te amo- se oyó en el viento.
Entre el susto y la sorpresa cayó de espaldas al suelo del cuarto, un ruido seco y estrepitoso resonó en el silencio y su cabeza rebotó fuertemente contra el parqué. Sonrió justo antes de desvanecerse, reteniendo en sus oídos ese "Te amo". No podía determinar si se trataba de un sueño, sí su demencia lo había vencido por completo o sí realmente existieron esas palabras. En medio de esa disputa interna se durmió.

Los primeros rayos de Sol lo descubrieron por la mañana.
Confundido y acongojado por el golpe, intentó abrir con pesadez los ojos, pero el resplandor de luz en su cara se lo impedía.
Tendido en el suelo suspiró aliviado, los monstruos habían desaparecido. El interrogante de horas atrás nuevamente lo acosaba -¿Fue un sueño?- se preguntaba; un nuevo suspiro le trajo la respuesta: el sabor dulce de un beso aún reposaba tibio sobre sus labios, y un ya conocido perfume de mujer todavía podía palparse en el aire.


lunes, 9 de agosto de 2010

Noche otoñal

Una otoñal noche sin nubes (si mal no recuerdo) me trajo, con aquella desprolija brisa revolviendo mi pelo, memorias de aquel particular viento de la costa, de esas inolvidables vacaciones pasadas, de aquellos recuerdos de arena.
El cielo parecia de luto, vestido de un negro imprenetrable. Las interminables charlas se enredaban entre memorias, amigas, música y el inconfundible sabor de un Fernet.
De repente, la magia brotó entre un par de manos allí presentes. Asombradas, observamos aquel inesperado pero tambien ansiado regalo, y con antojo deleitamos la sorpresa. Sin espera ni preámbulos, la oscuridad vio la luz nacer en una llama. Nuestros ojos se encontraron, y con una mirada cómplice y silenciosa vimos la noche encenderse.
En una rueda estática, sin movernos del lugar, comenzamos a girar tan solo con un suspiro. Las risas entre el humo, se animaban a volar. Perdidas, sin destino, se marchaban hacia ningún lugar.
La memoria y el olvido se enredaban en las sombras, el pasado y el futuro se mezclaban en el tiempo. Las horas se espesaban, desorientadas en el aire, esfumandose luego de cada bocanada.
El vaso de Fernet, transpiraba sobre la mesa, y la música de fondo parecía lejos, olvidada. Solo las risas se oían, risas sin sentido y sin gracia. Risas vacías, risas de olvido. Risas guiadas por una mirada indiferente, desorientada, que buscaba esconder tras esa falsa nube de ilusiones, la tristeza de la realidad.
Cerré mis ojos esa noche, mientras el humo se disipaba, el viento acarició mi rostro y sonreí, me encontraba una vez mas, en aquella lejana playa.

viernes, 30 de julio de 2010

¿Cómo explicar? ¿Cómo describir lo que siento?
Si el diccionario se ha quedado corto de definiciones a la hora de hablar  de vos. No hay términos existentes, que reflejen con presición este sin fin de emociones que brotan desde el interior de mi corazón.
Si las estrella hoy celosas, admiran con recelo el destello de mis ojos al mirarte. Y opacadas quedan en la noche, al ver tu deslumbrante sonrisa brillar.
Al tiempo hemos burlado sin querer con este amor que parece de ensueños, haciendo irreal esta historia. Transformando cada día en una eternidad; cada suspiro en años, cada te amo en una vida.
¿Cómo hacer para que nuestra realidad parezca verdadera? Si escapa da nuestra propia razón. Eres demasiado real para ser un principe o un personaje de un cuento fantástico, pero al mismo tiempo, demasiado maravilloso para pertenecer a este mundo. Eres mucho más que una novela, más que la ficción, más que cualquier magnífica invención que la imaginación mas pura pueda crear.
¿Cómo medir lo que no tiene espacio, ni límites, ni cantidades? El más, el mucho, el demasiado, las horas, la inmensidad y hasta la intensidad condicionan de alguna forma u otra este sentimiento que llega mas allá que cualquier explicación; huyendo de lo que el mismo entendimiento comprende. Sobrepasando los limites de la infinidad en una simple energía de incontenible complejidad y fuerza.
Es más que un encantamiento, más que una ilusión, más que lo que se puso haber escrito, hablado o inventado sobre el amor. Es más que aquella inexistente utopía de la que hoy formamos parte.
Es poder dibujar con la luna un corazón; es poder escribir tu nombre en el mar. Es construir un castillo de sueños en cada granito de arena, es esfumar con una nube la tristeza y la memoria.
Es un cúmulo de nada que construye cada detalle en un completo todo.
Es aprender a besar el aire y tocar tu esencia, es acariciar el Cielo y el Infierno en tu piel. Es ver en tus ojos el firmamento eterno.
Es morir infinitamente en tu vida sientiendo la plenitud de la culminación. Es vivir muriendo en vos sofocando la palabra amor con tu nombre.

miércoles, 28 de julio de 2010

Burbujas de ilusión

Aunque el amor pueda durar años, momentánea es la ilusión.
Fugaz, pasajera, limitada.
Puede durar un día, un año, o un suspiro; pero al fin y al cabo de extingue.
Como una pompa de jabón, como una burbuja de amor en el cielo, hecha con el más sumo cuidado.
La creemos perfecta volando en el aire, reflejando en sus partículas al más diminuto arco iris. La incentivamos y la impulsamos a volar más alto. Le depositamos confianza al verla correr gloriosa en el viento.
Así la vemos elevarse, hasta querer chocar las nubes.
Así es nuestra ilusión, vuela en lo alto inocente, pero así como una burbuja, cuando cree estar en la cima, el fin la alcanza sin piedad.
¡Plum! Explota, se esfuma.
Todo aquello que admiramos con esperanza, se desvanece ante nuestros ojos.
Burbuja de ilusión que muere en su viaje, dejando escapar esas diminutas moléculas de sueños, que alimentaban nuestras ahora inexistentes expectativas.
La ilusión acabó, se perdió en la infinidad del cielo.
Burbuja de amor que desaparece, hoy es aire, hoy no es nada.

miércoles, 14 de julio de 2010

No te buscaba, no te esparaba, creia que tampoco te necesitaba. No por rencor, ni por despecho, ni por dolor, ni por cansancio. No sentia tu falta, me consideraba completa, autosuficiente.
Habia aprendido a sanar sola, las heridas de aquellos fracasos pasados. Suponia que aquel vacio que llenaba mi alma, era el complemento perfecto para colmar esa inexistencia que llevaba en mi ser. Estaba completa. Eso pensaba, esa absurda idea melodeaba en mi cabeza.
Durante las frias noches de soledad, ese mismo hueco en mi pecho era mi mejor compañia, mi refugio, mi paz, mi mundo dentro del mundo, y no sentía el dolor. No sentía nada. Era ese desierto de emociones en mi interior, el que me mantenia al resguardo de aquella deshabitada vida que me invadía. Hasta que apareciste.
Timido, cauteloso, resguardado, sutil y desprevenido te presentaste ante mí. No sé porque causas, no sé a quien echarle la culpa o a quien agradecerle. No sé que fuerzas sobrenaturales intervinieron en nuestro encuentro. No sé si fue el destino o la suerte, la casualidad o la causalidad. Quizas todo ocurrió por error, o tal vez, este iba a ser nuestro final de todos modos, aquí o en otra vida. Eso nunca lo sabré, y tampoco quiero averiguarlo.
Te encontré, nos encontramos, y allí termina y comienza todo; el principio y el fin. La magia, la vida, el amor.
Sin quererlo, sin saber, sin buscarlo, sin percibirlo, algo nuevo brotaba en algún rincón olvidado de nuestros agotados corazones. Un sentimiento invisible pero a su vez perfecto y único, nacia en dos almas que yacian muertas hace tiempo.
No se puede evitar lo inevitable, y así era lo nuestro desde el comienzo, inevitable. Intentamos inutilmente huir de aquella extraña sensación que nos tomó por sorpresa. Quisimos en vano librarnos de esa opresión que comenzaba a consumirnos, pero ya nada se podia hacer; aún antes de comenzar, nuestro amor ya existia.
Nació en nuestro interior un poder, un magnetismo, una conexión inexplicable que sin previo aviso nos atrapó, y hoy nos llena de este afecto de incotrolable deseo, de amor. No hicieron falta los meses y los años para amarnos. Cuando esto se da, cuando una sensacion de plenitud te invade por completo, cuando se siente en la piel, cuando se respira y se refleja en la mirada mostrando el interior del alma, no existen días, ni horas, ni explicaciones.
El amor nace sin pedir permiso a nadie. Sin ningun porqué, sin dudas ni miedos; dejandose llevar por esa corriente que lo impulsa, a contra mano del mundo y de todo pensamiento.
El corazón y la razón no se llevan bien al momento de sentir, de animarse a empezar otra vez. Que si es muy rápido, que si es la persona indicada, que los temores, que las dudas. En el fondo de mi mente sonaron reiteradas veces frases como esas, a la vez que de mi corazón emergia a gran velocidad un cóctel de sentimientos imparables, que no pedian permiso, ni buscaban motivos. No sé en que momento dejé de verte a vos, para verme a mi misma sumergida en esos ojos, perdida en tu mirada.
No recuerdo aquel preciso instante en el que mi mundo cambió, pero así fue, y hoy vivo en vos, porque vivis en mí, porque naufragando en tus besos me encontré. Allí entre tus brazos volví a sentir, y por mis venas nuevamente corre intensamente la pasión y el deseo en mi sangre. Todo aquello que crei haber derramado por completo, se hace presente, frente a vos.
Porque sos vos, y soy yo. Dos restos, dos mitades de aquellos lejanos recuerdos, que alguna vez fueron corazones completos dispuestos a fundirse juntos en una sola persona. Un único ser, un solo sueño en dos cuerpos.
Sin prejuicios, después de tantas batallas, de tantas derrotas y fracasos, somos uno los dos, transitando por aquel camino tan conocido y tan nuevo a la vez, tantas veces recorrido y olvidado, el camino del amor.
Y aquí estamos mi amor, este es nuestro presente y nuestro rumbo. Nuestra dirección en este paseo por la vida. Nuestra historia, nuestro cuento. Este es el momento, y hoy somos protagonistas. Elijo ser tu princesa y tu hada, tu ángel y tu realidad.
Elijo narrar eternamente nuestro relato y vivir enamorada. Elijo contarte todas las mañanas, hasta el úlitmo de mis días nuestra leyenda, para vivir inmortalmente en tu recuerdo, borrando de nuestras memorias el punto final.

lunes, 12 de julio de 2010

Y en esta certeza de dudas, en este mar de incertidumbres tan ciertas, la única y triste verdad es la de saberme tan sola al fin.

jueves, 8 de julio de 2010

Tu partida

Porque cuando desperté
algo extraño sentí,
y cuando intenté reaccionar
te estabas alejando de mí.

Todavia no sé porqué
no hay razón ni motivos,
aunque todo te entregué
ya no quieres estar conmigo.

Porque ahora comprendí
que jamas regresaras,
que mi llanto es en vano,
que con otra tú te iras.

Porque no hay causa alguna
que justifique tu acción,
creo que solo me utiluzaste
destrozando mi corazón.

Porque ya no quedan palabras
para expresar mi dolor,
ahora solo quiero alejar
de mi vida a tu falso amor.

Lágrima 2005

miércoles, 7 de julio de 2010

Te ODIO y te AMO.

*Te odio porque sufro cuando no te veo.
*Te amo porque el sufrimiento termina cuando me miras.
*Te odio por haberte robado mi corazón.
*Te amo porque a mi corazón le hace feliz pertenecerte.
*Te odio porque sé que no soy la única en tu vida.
*Te amo porque me siento única cuando estoy con vos.
*Te odio porque tu incertidumbre me tiene confundida.
*Te amo porque a pesar de todo siempre regresas a mi lado.
*Te odio porque no consigo entenderte.
*Te amo porque ningún motivo me aleja de vos.
*Te odio porque TE AMO
*Te amo.. no sé porqué.


Lágrima 2005.

Quisiera

Quisiera olvidar tus ojos que han sido mi desconsuelo.
Quisiera borrar de mi, las huellas de aquellos brazos que alguna vez he sentido.
Quisiera borrarte de mi, porque sé que nunca me has querido.
Quisiera olvidar esos gestos, que tanto tiempo me cautivaron.
Quisiera olvidarte amor, pero sigo enamorada.
Quisiera librar mi alma, de la cárcel de tus besos.
Quisiera quitar de mi memoria aquellas noches que te dí.
Quisiera disolver, tachar o perder tu recuerdo.
Quisiera morir.
Quisiera dejar de amarte, pero aún te sigo amando.
Quisiera no sentir esta adoración y ya no seguir llorando.
Quisiera dejar de pensar en tus ojos, que aún son mi vida entera.
Quisiera de una vez olvidarte... pero siempre serás toda mi condena.


Lágrima. 2005

jueves, 1 de julio de 2010

Tu imagen esa noche, congeló el mundo, no recuerdo que Luna resplandecia esa noche sobre nosotros, si estaba allí, o si simplemente, habia decidido ocultarse al verte a vos tan radiante. No sé si las estrellas permanecian incanzablemente decorando el cielo, o si intentaban, disimuladas, competir con el brillo de tu sonrisa, no lo sé, todo eso, se me olvidó cuando te vi.
Perdí la noción del lugar en el que estabamos, no sentia nada, ni la música que sonaba de fondo, ni la voces que me hablaban, no sé siquiera, como se sentía mi cuerpo, si es que aún podía hacerlo. No lograba ser consciente si el frio me impedía respirar, o si era calor lo que me sofocaba, o si, simplemente, era la reacción de mis sentidos al saberte tan cerca. Solo te recuerdo a vos, a tu carita de niño despreocupado, riendo con tus amigos. Te recuerdo a vos, a tus inconfundibles ojos color cielo. Te recuerdo a vos, y nada más. El resto se distorsinaba, desaparecia, se esfumaba. Hasta las canciones que sonaban de fondo parecian escaparse al oir tu risa entre la multitud. Todo me parecia raro, confuso, irreal.
El tiempo no me esperaba, seguia, intolerante, imparable, y yo corria tras él, sumida en este estado, inmersa en esa especie de dimension paralela, donde solo estamos vos y yo. Y yo reia, y hablaba, tomaba, y bailaba con mis amigas sin perderte de mi vista y de mi mente, sin dejarte escapar de mis sentidos.
Hasta que me descuidé, bajé la guardia un instante, y de repente, asi sin previo aviso, te encontré frente a mi.
Anonadada, sin quererlo, sin pensarlo, sin prevenirlo, sin buscarlo, algo brilló por demás en la escena encendiendo mi cuerpo, eras vos. De fondo, en segundo plano, podia oir de lejos los cuchicheos asombrados y las risitas aliadas de mis amigas, pero frente a mi, se encontraba la razón de mi alboroto, el causante del coctel de sensaciones que estallaban en mi cuerpo. Eras vos, frente a mi, regalándome una sonrisa para deleitarse. Era tu mirada, permitiéndole a mis ojos sumergirse en los tuyos, y verme en vos. Y fue esa imagen, fue el descubrir mi reflejo en ese cristalino mar de tus pupilas lo que me trajo a la realidad, y ver tus brazos extendidos hacia los mios, en espera de una respuesta. Rápida y confiadamente te devolvi la intención de la misma manera, mientras que en mi rostro se dibujaba sin disimulo una sonrisa que mezclaba la euforia y la sorpresa, aún sin terminar de creer, que todo eso fuera posible.
Bailamos durante lo que a mi me pareció una eternidad, reiamos, tomabamos y nos divertiamos juntos, ¡juntos! mientras mi piel, por dentro, estallaba de felicidad con solo rozar la tuya. La música, empecinada en querer apagar tu voz, terminó convirtiendose en mi aliada, al ponernos en la casi obligación, de tener que hablarnos muy cerca, al oido; y tenerte así, tan cerca, revolucionaba al ritmo de la fiesta, cada una de mis células nerviosas, manteniéndome en un estado de éxtasis total. Esas palabras entrando por mi canal auditivo llenaban toda mi sangre de placer. Y lo dijiste, y lo oí, "¿Podemos vernos otra vez?" preguntaste, y yo, invadida en un frenesí de alegría, no pude mas que asentír de forma apresurada con la cabeza; sonreiste conforme con mi respuesta, y te devolví la sonrisa, perdida en tus ojos. Rozaste mi mejilla con tus labios, en forma de despedida y te diste media vuelta, perdiéndote entre la multitud.
Mi cabeza daba vueltas, como mareada, como perdida, tratando de organizar lo sucedido, acomodando cada detalle, da aquello que me costaba creer como real. Era un cuento, un cuento hermoso donde fuiste mi principe. Era feliz. Era infinitamente feliz habiéndote tenido tan cerca, sabiendo que existia la posibilidad de volver a verte. Era tocar el cielo, tocar tu cielo con las manos.

Lo que olvidé al llegar tan alto, era que no tenia paracaidas, y estaba tan alto ya, que fue inevitable la caida, en picada, y rumbo a la nada.
No tendría que haberme sorprendido al comprender la realidad, estaba soñando. No me sorprendió tampoco, encontrarme  dos segundos mas tarde inundada, ahogada en llanto, indignada, triste y enojada al mismo tiempo. En mi cabeza se repetia como una película el maldito sueño, solo que ahora el subtitulo se resumia, solo a una pregunta ¡¿Por qué?!, ¿Por qué mi maldita imaginación me jugaba tan malas pasadas? ¿Por qué solo un sueño? ¿Por qué mi realidad no es ni un minimo y lejano reflejo de aquel anhelo de mi subconsciente?.
Lágrimas, dolor, tristeza, bronca, insultos y la incondicional y cruel soledad me acompañaban en esa patética escena. ¡No podía ser posible!, siempre lo mismo, siempre ilusiones, siempre mi misma suerte de desdicha y ya no lo quiero, ya no. ¡Basta por favor!. No quiero seguir en esta vida, si a esto se le llama así, donde mi alegria, mi felicidad, mi razón de reir solo esta en mi inconsciente. Vuelvo a la misma pregunta ¡¿Por qué?!
¡Alguien que me rescate por favor!,  un minimo vestigio de esperanza que me mantenga de este lado. ¡No! sé que no aparecerá, ¡Quiero irme con vos otra vez!, quiero estar otra vez entre tus brazos, escuchar nuevamente tu voz, rozar tu piel, sentirme VIVA, y estoy viva de ese lado, con vos, del lado en que la realidad es aquel cuento en el que quiero vivir, donde me da gusto estar. Quiero volver a ese mundo, elijo esa historia como mi realidad. Allí soy mas feliz y me siento menos sola, allí no me toca sufrir ni llorar. Lo he decidido, quiero dormir eternamente, y no volver a despertar.