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lunes, 6 de diciembre de 2010

Pesadillas.

Un grito desesperado irrumpe la quietud de la habitación y me despierta de un pesado sueño sin sentido que probablemente no recordaré. El cuarto recobra por unos instantes la inmutabilidad de la madrugada, antes que un nuevo alarido desgarrador emerja desde los rincones más oscuros de la desesperanza.
¿De donde surgen sonidos tan perturbadores? Cantos lúgubres de pájaros muertos, cenizas de nostalgia que se encajan en una garganta quejosa, aullidos enfermos, sedientos. Los susurros más devastados se clavan en mis oídos, me atraviesan furiosos, hurgando en los recovecos mas escondidos de mis secretos.
Se oyen cada vez más fuertes, cada vez más reiterados, cada vez más cerca. ¿Quién es? ¿Quién grita? ¿Quién sufre y llora? Los lamentos más tétricos tiñen la escena de gris. No asustan, pero duelen. Se encienden sentimientos olvidados que queman y lastiman. El ruido se vuelve demasiado agudo y se torna ensordecedor. Dulce tortura de envenenadas sirenas, voces desconocidas con aroma familiar. Desprotegen mis debilidades, me quitan el habla y desnudan viejas sensaciones dormidas.
¿Cómo detener tan agradable martirio? Me seduce, me hipnotiza, me hiere y me aplasta. Inmóvil, paralizada, es tan poderosa la melodía que no puedo ofrecer resistencia. El cuerpo me pesa, los músculos tensos parecen romperse. Los labios se tiñen de un gusto a sangre ausente.
Mi boca se abre al fin, en un exasperado intento de liberar la opresión y de ella se escapa un chillido irreconocible. Es mi voz, la misma voz que me aturde y que colapsa mi mente. Ese dolor ahogado, esa inquietud de instinto ciego, ese escándalo destrozado no es más que un eco. Un reflejo distorsionado de una angustia que nace del fondo de mi pecho, mezclada con un aire contaminado de pena en mis pulmones.
Solo yo escucho tormento, solo yo siento fatiga, en mis venas retumba el calor que nadie más oye. Traspasando los cristales de la ventana el clamor se hace música, mas aquí la paredes encierran el desierto, la mudez de estas pesadillas locuaces.