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lunes, 11 de abril de 2011


Nacen unas ganas infinitas
de gritarle al vacío de tus ojos
de abofetear el silencio de tus gestos
de arrancar un pétalo blanco
escondido en algún rincón de tu piel.
La luna en tu mirada se me apaga
ya no queda brillo
en los cielos que socorriste
ni los rastros de las estrellas
que alguna vez me regalaste,
y se extinguen mis sonrisas
en tu compañía ausente.
Impotentes mis besos nocturnos
que no encuentran la lejana ternura
de tus palabras olvidadas,
de oxidadas promesas
que se anclaron en mi memoria.
Inútiles los lamentos mudos
y el dolor grabado en el rostro
que sostienes entre tus dedos fríos,
insuficientes las suplicas que vociferan
estas lágrimas camufladas
entre tu largo cabello,
entre los vanos intentos.
Derrotadas estas ganas
que se aferran sin consuelo
a una inútil ilusión,
que se empeña hasta el cansancio
a morir en el abismo de tus besos,
que se desgarra ante tu perfume
cada vez más amargo,
que se suicida de a poco
en el desprecio de tu corazón helado.

1 comentario:

damebola dijo...

quién desprecia se vuelve un ser despreciable, y más se aleja y más libre nos deja. me gusta que en tu poema el despreciador se vuelve despreciable, y hasta nos alegramos de que haya empezado su actitud hostil para alejarse de la persona que no merecía.